V.- Médico de higiene
V.- Arzt des Gesundheitswesens
A los pocos días de recibir el nombramiento de médico de higiene y de comenzar a desempeñar el cargo, Andrés comprendió que no era para él. Su instinto antisocial se iba aumentando, se iba convirtiendo en odio contra el rico,
sin tener simpatía por el pobre.
—¡Yo que siento este desprecio por la sociedad —se decía a sí mismo—, teniendo que reconocer y dar patentes a las prostitutas! ¡Yo que me alegraría que cada una de ellas llevara una toxina que envenenara a doscientos hijos de familia! Andrés se quedó en el destino, en parte por curiosidad, en parte también para que el que se lo había dado no le considerara como un fatuo. El tener que vivir en este ambiente le hacía daño. Ya no había en su vida nada sonriente, nada amable; se encontraba como un hombre desnudo que tuviera que andar atravesando zarzas. Los dos polos de su alma eran un estado de amargura, de sequedad, de acritud, y un sentimiento de depresión y de tristeza.
La irritación le hacía ser en sus palabras violento y brutal. Muchas veces a alguna mujer que iba al Registro le decía:
Wenige Tage nach der Ernennung zum Arzt des Gesundheitswesens und dem Beginn der Ausübung seines Amtes verstand Andrés, dass es nichts für ihn war. Sein asozialer Instinkt wurde grösser, er verwandelte sich in Hass gegen den Reichen, ohne Sympathie für den Armen zu haben. „Ich, der diese Verachtung für die Gesellschaft spürt“, sagte er zu sich selber, „müsste Prostituierte untersuchen und ihnen Bescheinigungen ausstellen. Ich, dem es gefallen würde, wenn jede von ihnen ein Gift bei sich trüge, das zweihundert Familiensöhne vergiften könnte!“ Andrés blieb im Amt, zum Teil aus Neugier, zum Teil auch, damit der, der es ihm gegeben hatte, ihn nicht für einen Narren halten würde. Dass er in dieser Umwelt leben musste, schmerzte ihn. Nun hatte er in seinem Leben nichts mehr zu lachen, nichts Liebenswertes, er war wie ein nackter Mann, der über Dornbüsche gehen musste. Die zwei Pole seiner Seele waren ein Zustand der Bitterkeit, der Dürre, der Schärfe und ein Gefühl der Depression und der Traurigkeit. Die Gereiztheit liess ihn in seinen Worten jähzornig und brutal sein. Oft sagte er zu einer Frau, die zur Aufnahme kam:
—¿Estás enferma?
—Sí.
—¿Tú qué quieres, ir al hospital o quedarte libre?
—Yo prefiero quedarme libre.
—Bueno. Haz lo que quieras; por mí puedes envenenar medio mundo; me tiene sin cuidado. En ocasiones, al ver estas busconas que venían escoltadas por algún guardia, riendo, las increpaba:
—No tenéis odio siquiera. Tened odio; al menos viviréis más tranquilas. Las mujeres le miraban con asombro. Odio, ¿por qué?, se preguntaría alguna de ellas. Como decía Iturrioz: la naturaleza era muy sabia; hacía el esclavo, y le daba el espíritu de la esclavitud; hacía la prostituta, y le daba el espíritu de la prostitución. Este triste proletariado de la vida sexual tenía su honor de cuerpo. Quizás lo tienen también en la oscuridad de lo inconsciente las abejas obreras y los pulgones, que sirven de vacas a las hormigas. De la conversación con aquellas mujeres sacaba Andrés cosas extrañas.
Entre los dueños de las casas de lenocinio había personas decentes: un cura tenía
dos, y las explotaba con una ciencia evangélica completa. ¡Qué labor más católica, más conservadora podía haber, que dirigir una casa de prostitución! Solamente teniendo al mismo tiempo una plaza de toros y una casa de préstamos podía concebirse algo más perfecto.
“Bist du krank?“ „Ja.“
„Du, was willst du, ins Krankenhaus gehen oder frei sein?“
„Ich ziehe frei sein vor.“
„Gut. Mach, was du willst, meinetwegen kannst du die halbe Welt vergiften; ich mache mir keine Sorgen.
Gelegentlich, wenn er diese Strassendirnen sah, die, von irgendeinem Polizisten bewacht, lachend herkamen, wies er sie scharf zurecht: „Ihr habt nicht einmal Hass. Fühlt Hass; wenigsten würdet ihr ruhiger leben.“ Die Frauen schauten ihn überrascht an. Hass, warum?, würde sich die eine oder ander von ihnen fragen. Wie Iturrioz sagte: Die Natur war sehr weise, sie machte den Sklaven und gab ihm den Geist der Sklaverei; sie machte die Prostituierte und gab ihr den Geist der Prostitution. Dieses traurige Proletariat des Sexuallebens hatte seine Körperehre. Vielleicht haben das in der Dunkelheit des Unbewussten auch die Arbeiterbienen und die Blattläuse, die den Ameisen als Kühe dienen. Aus den Gesprächen mit jenen Frauen entnahm Andrés komische Sachen. Unter den Bordellbesitzern gab es ehrbare Personen: Ein Pfarrer hatte zwei und betrieb sie mit kompletter evangelischer Geschicklichkeit: Welche Arbeit konnte katholischer und konservativer sein, als ein Bordell zu führen! Nur wenn man zur gleichen Zeit eine Stierkampfarena und ein Leihhaus hatte, konnte man sich etwas Perfekteres ausdenken.
De aquellas mujeres, las libres iban al registro, otras se sometían al reconocimiento en sus casas. Andrés tuvo que ir varias veces a hacer estas visitas domiciliarias. En alguna de aquellas casas de prostitución distinguidas encontraba señoritos de la alta sociedad, y era un contraste interesante ver estas mujeres de cara cansada, llena de polvos de arroz, pintadas, dando muestras de una alegría ficticia, al lado de gomosos fuertes, de vida higiénica, rojos, membrudos por el “sport”. Espectador de la iniquidad social, Andrés reflexionaba acerca de los mecanismos que van produciendo esas lacras: el presidio, la miseria, la prostitución.
—La verdad es que si el pueblo lo comprendiese —pensaba Hurtado—, se mataría por intentar una revolución social, aunque ésta no sea más que una utopía, un sueño. Andrés creía ver en Madrid la evolución progresiva de la gente rica que iba hermoseándose, fortificándose, convirtiéndose en casta; mientras el pueblo evolucionaba a la inversa, debilitándose, degenerando cada vez más.
Estas dos evoluciones paralelas eran sin duda biológicas; el pueblo no llevaba
camino de cortar los jarretes de la burguesía, e incapaz de luchar, iba cayendo en el surco. Los síntomas de la derrota se revelaban en todo. En Madrid, la talla de los jóvenes pobres y mal alimentados que vivían en tabucos era ostensiblemente más pequeña que
la de los muchachos ricos, de familias acomodadas que habitaban en pisos exteriores. La inteligencia, la fuerza física, eran también menores entre la gente del pueblo que en la clase adinerada. La casta burguesa se iba preparando para someter a la casta pobre y hacerla su esclava.
Von jenen Frauen gingen die freien zur Registrierung, andere unterstellten sich der Untersuchung in ihrem Haus. Andrés hatte diese Hausbesuche oft machen müssen. In einigen dieser vornehmen Bordelle traf er Fräuleins der Highsociety an, und es war ein interessanter Kontrast, diese Frauen mit müdem Gesicht, voll mit Reispuder, geschminkt zu sehen, wie sie, an der Seite von von starken, roten, stämmigen Kerlen, die wegen des „Sports“vor Gesundheit strotzten, eine fingierte Freude zeigten. Als Zuschauer der gesellschaftlichen Ungerechtigkeit dachte Andrés über die Mechanismen nach, die diese Missstände hervorrufen:Das Gefängnis, das Elend, die Prostitution.
„Die Wahrheit ist, dass wenn das Volk es verstehen würde“, dachte Hurtado, „würde es sich umbringen, weil es eine soziale Revolution versuchen würde, obwohl diese nichr mehr als eine Utopie, ein Traum wäre.“ Andrés glaubte, in Madrid die progressive Evolution der reichen Leute zu sehen, die sich verherrlichten, sich stärkten, sich in eine Kaste verwandelten, während sich das Land umgekehrt weiterentwickelte, sich schwächte und immer mehr degenerierte. Diese zwei parallelen Evolutionen waren zweifelsfrei biologisch; auf dem Land gab es keinen Weg, die Haxen der Bourgeoisie abzutrennen, und unfähig zu kämpfen, fiel man in den Dreck. Die Symptome der Niederlage offenbarten sich in allem. In Madrid war die Körpergrösse der jungen Armen und schlecht ernährten, die in elenden Buden lebten, offensichtlich kleiner als die der reichen Burschen, von wohlhabenden Familien, die Aussenwohnungen bewohnten. Die Intelligenz, die physische Stärke waren unter den armen Leuten des Landes auch geringer, als in der vermögenden Klasse. Die Kaste der Bourgeoisie bereitete sich darauf vor, die arme Kaste zu unterwrfen und sie zu Sklaven zu machen.