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III.- Primeras dificultades
III.- Erste Schwierigkeiten

Andrés Hurtado habló largamente con el doctor Sánchez, de las obligaciones del
cargo. Quedaron de acuerdo en dividir Alcolea en dos secciones, separadas por la calle Ancha. Un mes, Hurtado visitaría la parte derecha, y al siguiente la izquierda. Así conseguirían no tener que recorrer los dos todo el pueblo. El doctor Sánchez recabó como condición indispensable, el que si alguna familia de la sección visitada por Andrés quería que la visitara él o al contrario, se haría según los deseos del enfermo. Hurtado aceptó; ya sabía que no había de tener nadie predilección por llamarle a él; pero no le importaba.
Comenzó a hacer la visita. Generalmente, el número de enfermos que le correspondían no pasaba de seis o siete.
Andrés hacía las visitas por la mañana; después, en general, por la tarde no tenía necesidad de salir de casa. El primer verano lo pasó en la fonda; llevaba una vida soñolienta; oía a los viajantes de comercio que en la mesa discurseaban y alguna que otra vez iba al teatro, una barraca construida en un patio.

La visita por lo general, le daba pocos quebraderos de cabeza; sin saber por qué,
había supuesto los primeros días que tendría continuos disgustos; creía que aquella gente manchega sería agresiva, violenta, orgullosa; pero no, la mayoría eran sencillos, afables, sin petulancia.
En la fonda, al principio se encontraba bien; pero se cansó pronto de estar allí. Las conversaciones de los viajantes le iban fastidiando; la comida, siempre de carne y sazonada con especias picantes, le producía digestiones pesadas.

Andrés Hurtado sprach lange mit Doktor Sánchez über die Verpflichtungen der Stelle. Sie einigten sich darauf, Alcolea in zwei Sektionen aufzuteilen, durch die Calle Ancha getrennt. Während eines Monats würde Hurtado die rechte Seite besuchen und im folgenden die linke. So erreichten sie, dass nicht jeder das ganze Dorf durchlaufen musste. Doktor Sánchez stellte die unerlässliche Bedingung, dass, wenn irgendeine Familie aus dem Teil, den Andrés besuchte, verlangte, dass er sie besuche oder umgekehrt, man es den Wünschen des Kranken entsprechend machen würde.
Er begann mit der Visite. Normalerweise überstieg die Anzahl der Kranken, die ihm zufielen, sechs oder sieben nicht. Andrés machte die Visiten morges, und nachher, am Nachmittag musste er im Allgemeinen nicht mehr aus dem Haus. Den ersten Sommer verbrachte er im Gasthaus; er führte ein langweiliges Leben; er hörte die Handelsreisenden, die am Tisch grosse Reden schwangen und das eine und andere Mal ging er ins Theater, eine Baracke, die in einen Hof errichtet worden war. Die Visite bereitete ihm im Allgemeinen wenig Kopfzerbrechen, ohne zu wissen warum, hatte er die ersten Tage angenommen, dass er fortwährenden Ärger haben würde; er glaubte, dass diese Leute aus der Mancha agressiv, gewalttätig, stolz wären; aber nein, die Mehrheit war einfach, liebenswürdig, ohne Anmassung. Am Anfang ging es ihm im Gasthaus gut; aber plötzlich langweilte es ihn, dort zu sein. Die Gespräche der Reisenden begannen, ihn zu ärgern; die Malzeiten, immer nur Fleisch und pikant Gewürztes verursachte ihm schlechte Verdauung.

—¿Pero no hay legumbres aquí? —le preguntó al mozo un día.
—Sí.
—Pues yo quisiera comer legumbres: judías, lentejas.
El mozo se quedó estupefacto, y a los pocos días le dijo que no podía ser; había que hacer una comida especial; los demás huéspedes no querían comer legumbres; el amo de la fonda suponía que era una verdadera deshonra para su establecimiento poner un plato de habichuelas o de lentejas. El pescado no se podía llevar en el rigor del verano, porque no venía en buenas condiciones. El único pescado fresco eran las ranas, cosa un poco cómica como alimento.

Otra de las dificultades era bañarse; no había modo. El agua de Alcolea era un lujo y un lujo caro. La traían en carros desde una distancia de cuatro leguas, y cada cántaro valía diez céntimos. Los pozos estaban muy profundos; sacar el agua suficiente de ellos para tomar un baño, constituía un gran trabajo; se necesitaba emplear una hora lo menos.

„Aber gibt es hier kein Gemüse?“, fragte er eines Tages den Burschen.
„Doch.“
„Dann möchte ich Gemüse essen: Bohnen, Linsen.“
Der Bursche blieb sprachlos, und nach wenigen Tagen sagte er ihm, dass das nicht gehe; man müsse ein spezielles Essen vorbereiten; die anderen Gäste würden kein Gemüse essen wollen; der Besitzer nehme an, dass es für sein Geschäft eine wahre Schande sei, einen Teller weisse Bohnen oder Linsen aufzutischen. Fisch könne man bei der Sommerhitze nicht bringen, weil er nicht in gutem Zustand ankomme. Der einzige frische Fisch seien die Frösche, als Nahrung etwas komisch.
Eine der andern Schwierigkeiten war, sich zu baden; das ging gar nicht. Das Wasser von Alcolea war ein teurer Luxus. Sie brachten es mit Karren her, aus einer Entfernung von vier Meilen (span. Meile=5,5727km), und jeder Krug kostete 10 Céntimos. Die Brunnen waren sehr tief, und genug Wasser aus ihnen herauszunehmen, um ein Bad nehmen zu können, bedeutete viel Arbeit; man musste dafür mindestens eine Stunde einsetzen.

Con aquel régimen de carne y con el calor, Andrés estaba constantemente
excitado. Por las noches iba a pasear solo por las calles desiertas. A primera hora, en las puertas de las casas, algunos grupos de mujeres y chicos salían a respirar. Muchas veces Andrés se sentaba en la calle Ancha en el escalón de una puerta y miraba las dos filas de luces eléctricas que brillaban en la atmósfera turbia. ¡Qué tristeza! ¡Qué malestar físico le producía aquel ambiente! A principios de septiembre, Andrés decidió dejar la fonda. Sánchez le buscó una casa. A Sánchez no le convenía que el médico rival suyo, se hospedara en la mejor fonda del pueblo; allí estaba en relación con los viajeros, en sitio muy céntrico; podía quitarle visitas. Sánchez le llevó a Andrés a una casa de las afueras,
a un barrio que llamaban del Marrubial.

Era una casa de labor, grande, antigua, blanca, con el frontón pintado de azul y una galería tapiada en el primer piso.
Tenía sobre el portal un ancho balcón y una reja labrada a una callejuela. El amo de la casa era del mismo pueblo que Sánchez, y se llamaba José; pero le decían en burla en todo el pueblo, Pepinito. Fueron Andrés y Sánchez a ver la casa, y el ama les enseñó un cuarto pequeño, estrecho, muy adornado, con una alcoba en el fondo oculta por una cortina roja.

Andrés war bei dieser Fleischdiät und bei der Hitze ständig gereizt. Nachts ging er allein durch die verlassenen Strassen spazieren. Zur ersten Stunde kamen aus den Türen der Häuser einige Gruppen von Männern und Frauen heraus, um zu atmen. Manchmal setzte sich Andrés in der Calle Ancha auf die Stufe einer Türe und schaute die zwei Reihen der elektrischen Lichter an, die in der trüben Atmosphäre leuchteten. Welche Traurigkeit! Welch physisches Unwohlsein diese Umgebung in ihm hervorrief! Andrés entschied sich, das Gasthaus zu verlassen. Sánchez passte es nicht, dass der Arzt, sein Rivale, im besten Gasthaus des Dorfes Unterkunft finden sollte; dort, an sehr zentralem Ort, war er in Beziehung mit den Reisenden, er konnte ihm Visiten wegnehmen. Sánchez brachte Andrés zu einem Haus in den Aussenbezirken, in ein Viertel, das Marrubial hiess. Es war ein grosses Werkshaus, mit blauer Front und einer zugemauerten Galerie im ersten Stock. Über dem Eingang hatte es einen breiten Balkon und ein bearbeitetes Gitter auf ein Gässchen hinaus. Der Besitzesr des Hauses war aus dem gleichen Dorf wie Sánchez und er hiess José, aber spasseshalber nannten sie ihn im ganzen Dorf Pepinito. Andrés und Sánchez gingen hin, um sich das Haus anzusehen und die Hausfrau zeigte ihnen ein kleines, enges, überfülltes Zimmer mit einer, durch einen roten Vorhang verdeckten Alkobe im Hintergrund.

—Yo quisiera —dijo Andrés— un cuarto en el piso bajo y a poder ser, grande.
—En el piso bajo no tengo —dijo ella— más que un cuarto grande, pero sin arreglar.
—Si pudiera usted enseñarlo.
—Bueno.
La mujer abrió una sala antigua y sin muebles con una reja afiligranada a la callejuela que se llamaba de los Carretones.
—¿Y este cuarto está libre?
—Sí.
—Ah, pues aquí me quedo —dijo Andrés.
—Bueno, como usted quiera; se blanqueará, se barrerá y se traerá la cama.
Sánchez se fue y Andrés habló con su nueva patrona.
—¿Usted no tendrá una tinaja inservible? —le preguntó.
—¿Para qué?
—Para bañarme.
—En el corralillo hay una.
—Vamos a verla.
La casa tenía en la parte de atrás una tapia de adobes cubierta con bardales de ramas
que limitaba varios patios y corrales además del establo, la tejavana para el carro, la sarmentera, el lagar, la bodega y la almazara. En un cuartucho que había servido de tahona y que daba a un corralillo, había una tinaja grande cortada por la mitad y hundida en el suelo.

„Ich möchte“, sagte Andrés, „ein Zimmer im Erdgeschoss und wenn möglich, ein grosses.“ „Im Erdgeschoss habe ich“, sagte sie, „nicht mehr als ein grosses Zimmer, aber nicht hergerichtet.“
„Wenn Sie mir das zeigen könnten.“
„Gut.“
Die Frau öffnete einen alten Saal, ohne Möbel, mit einem filigranen Gitter zur Gasse hinaus, die Carretones hiess.

„Und diese Zimmer ist frei?“
„Ja.“
„Ah, hier bleibe ich“, sagte Andrés.
„Gut, wie Sie wollen; man wird es tünchen, fegen und man wird das Bett bringen.“ Sánchez ging und Andrés sprach mit seiner neuen Hauswirtin.
“Sie haben keine grosse Bütte, die nicht benützt wird?“, fragte er sie.
„Wozu?“
„Um zu baden.“
„Im kleinen Stall hat es eine.“
„Schauen wir sie an.“
Das Haus hatte im hinteren Teil eine mit dornigen Ästen gedeckte Ziegelmauer, die ausser dem Stall verschiedene Höfe und Hühnerhöfe, den Unterstand für den Karren, den Rebenlaube, die Ölpresse, den Weinkeller und die Ölmühle abgrenzte. In einer Bude, die als Bäckerei gedient hatte und die auf einen kleinen Hühnerhof hinausging, hatte es eine grosse Bütte, in der Mitte durchgeschnitten und im Boden versenkt.


—¿Esta tinaja me la podrá usted ceder a mí? —preguntó Andrés.
—Sí, señor; ¿por qué no?
—Ahora, quisiera que me indicara usted algún mozo que se encargara de llenar
todos los días la tinaja; yo le pagaré lo que me diga.

—Bueno. El mozo de casa lo hará. ¿Y de comer? ¿Qué quiere usted comer? ¿Lo
que comemos en casa?
—Sí, lo mismo.
—¿No quiere usted alguna otra cosa más? ¿Aves? ¿Fiambres?
—No, no. En tal caso, si a usted no le molesta, quisiera que en las dos comidas
pusieran un plato de legumbres.
Con estas advertencias, la nueva patrona creyó que su huésped, si no estaba loco, no le faltaba mucho. La vida en la casa le pareció a Andrés más simpática que en la fonda. Por las tardes, después de las horas de bochorno, se sentaba en el patio a hablar con la gente de casa. La patrona era una mujer morena, de tez blanca, de cara casi perfecta; tenía un tipo de Dolorosa; ojos negrísimos y pelo brillante como el azabache. El marido, Pepinito, era un hombre estúpido, con facha de degenerado, cara juanetuda, las orejas muy separadas de la cabeza y el labio colgante. Consuelo, la hija de doce o trece años, no era tan desagradable como su padre ni tan bonita como su madre.

„Könnten Sie mir diese Bütte überlassen?“, fragte Andrés.
„Ja, mein Herr, warum nicht?“
„Ich möchte, dass Sie mir jetzt irgendeinen Burschen zeigen, der sich darum kümmert, diese Bütte jeden Tag mit Wasser zu füllen; ich werde ihm bezahlen, was er verlangt.“
„Gut, der Hausbursche wird es machen. Und zu essen? Was wollen Sie essen? Das, was wir zu Hause essen?“
„Ja, dasselbe.“
„Wollen Sie nicht irgendetwas mehr? Geflügel? Wurstwaren?“
„Nein, nein. Wenn es Sie nicht stört, dann möchte ich, dass Sie den zwei Mahlzeiten einen Teller Gemüse beifügen.“
Nach diesen Bemerkungen glaubte die neue Schlummermutter, dass ihr Gast, wenn er nicht verrückt war, ihm dazu nicht viel fehlte. Das Leben im Haus erschien Andrés sympatischer als im Gasthaus. An den Abenden, nach den schwülen Stunden, setzte er sich in den Hof, um mit den Leuten des Hauses zu reden. Die Hauswirtin war eine dunkelhaarige Frau, mit weissem Teint, einem beinahe perfekten Gesicht; sie hatte die Art einer Leidenden; sehr schwarze Augen und glänzendes, tiefschwarzes Haar. Der Ehemann Pepinito war ein dummer Mann, mit dem Aussehen eines Degenerierten, hatte vorspringende Backen im Gesicht, abstehende Ohren und hängende Lippen. Consuelo, die dreizehn- oder vierzehnjährige Tochter, war weder so unangenehm wie ihr Vater, noch so hübsch wie ihre Mutter.

Con un primer detalle adjudicó Andrés sus simpatías y antipatías en la casa.

Una tarde de domingo, la criada cogió una cría de gorrión en el tejado y la bajó al patio.
—Mira, llévalo al pobrecito al corral —dijo el ama—, que se vaya.
—No puede volar —contestó la criada, y lo dejó en el suelo. En esto entró Pepinito, y al ver al gorrión se acercó a una puerta y llamó al gato. El gato, un gato negro con los ojos dorados, se asomó al patio. Pepinito entonces, asustó al pájaro con el pie, y al verlo revolotear, el gato se abalanzó sobre él y le hizo arrancar un
quejido. Luego se escapó con los ojos brillantes y el gorrión en la boca.
—No me gusta ver esto —dijo el ama.
Pepinito, el patrón, se echó a reír con un gesto de pedantería y de superioridad del
hombre que se encuentra por encima de todo sentimentalismo.

Andrés verteilte im Einzelnen seine Sympathien und Antipathien im Haus.
Eines Sonntagabends fing die Magd auf dem Dach einen jungen Spatz und brachte ihn in den Hof. „Schau, bring den Armen in den Hühnerhof“, sagte die Hausfrau, „so kann er gehen.“ „Er kann nicht fliegen“, antwortete die Magd und liess ihn auf dem Boden. Da kam Pepinito herein und als er den Sperling sah, ging er zu einer Türe und rief der Katze. Die Katze, eine Katze mit goldenen Augen, liess sich im Hof blicken. Nun erschreckte Pepinito den Vogel mit dem Fuss, die Katze stürzte sich über ihn und entlockte ihm ein Klagen. Danach machte er sich mit glänzenden Augen und dem Spatz im Maul davon. „Mir gefällt es nicht, dies zu sehen“, sagte die Hausfrau. Pepinito, der Hausherr, begann, mit der schulmeisterhaften und überheblichen Miene eines Menschen, der sich über jegliche Sentimentalität erhaben fühlt, zu lachen.






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