IV.- La hostilidad médica
IV.- Die Feindschaft unter Ärzten
Don Juan Sánchez había llegado a Alcolea hacía más de treinta años de maestro cirujano; después, pasando unos exámenes, se llegó a licenciar. Durante bastantes años estuvo, con relación al médico antiguo, en una situación de inferioridad, y cuando el otro murió, el hombre comenzó a crecerse y a pensar que ya que él tuvo que sufrir las chinchorrerías del médico anterior, era lógico que el que viniera sufriera las suyas. Don Juan era un manchego apático y triste, muy serio, muy grave, muy aficionado a los toros. No perdía ninguna de las corridas importantes de la provincia, y llegaba a ir hasta las fiestas de los pueblos de la Mancha baja y de Andalucía. Esta afición bastó a Andrés para considerarle como un bruto.
El primer rozamiento que tuvieron Hurtado y él fue por haber ido Sánchez a una corrida de Baeza.
Una noche llamaron a Andrés del molino de la Estrella, un molino de harina que se
hallaba a un cuarto de hora del pueblo.
Fueron a buscarle en un cochecito. La hija del molinero estaba enferma; tenía el vientre hinchado, y esta hinchazón del
vientre se había complicado con una retención de orina. A la enferma la visitaba Sánchez; pero aquel día, al llamarle por la mañana temprano, dijeron en casa del médico que no estaba; se había ido a los toros de Baeza.
Don Juan Sánchez war vor mehr als dreissig Jahren als Magister der Chirurgie in Alcolea angekommen; nachher, als er einige Examen abgelegt hatte, machte er das Lizenziat. Während einiger Jahre war er, in Bezug auf den alten Arzt, in einer unterlegenen Situation, und als der andere starb, begann der Mann über sich hinauszuwachsen und zu denken, dass es, da er die Zudringlichkeiten der vorherigen Arztes erleiden musste, logisch sei, dass der, der nachkam, nun das seine zu leiden habe. Don Juan war ein apathischer und trauriger Manchego, sehr ernst, sehr zuverlässig, sehr begeistert von den Stierkämpfen. Er verpasste keinen einzigen der wichtigen Stierkämpfe der Provinz und es ging soweit, dass er an die Fiestas der Mancha baja und Andalusiens ging. Diese Begeisterung genügte Andrés, ihn als einen Rohling zu betrachten. Die ersten Reibereien, die Hurtado und er hatten, war, weil Sánchez zu einem Stierkampf in Baeza gegangen war. Eines Nachts riefen sie Andrés aus der Mühle La Estrella an, einer Mehlmühle, die sich eine Viertelstunde vom Dorf entfernt befand. Sie holten ihn mit einem kleinen Wagen ab. Die Tochter des Müllers war krank; sie hatte einen Blähbauch, und diese Blähung des Bauches hatte sich wegen einer Harnverhaltung kompliziert. Die Kranke wurde von Sánchez besucht; als sie ihn aber an jenem Tag frühmorgens anriefen, sagte man im Hause des Arztes, dass er nicht da sei; er sei zu den Stieren von Baeza gegangen.
Don Tomás tampoco se encontraba en el pueblo. El cochero fue explicando a Andrés lo ocurrido, mientras animaba al caballo con la fusta. Hacía una noche admirable; miles de estrellas resplandecían soberbias, y de cuando en cuando pasaba algún meteoro por el cielo. En pocos momentos, y dando algunos
barquinazos en los hoyos de la carretera, llegaron al molino. Al detenerse el coche, el molinero se asomó a ver quién venía, y exclamó:
Auch Don Tomás befand sich nicht im Dorf. Der Fuhrmann erklärte Andrés das Geschehene; während er das Pferd mit der Peitsche antrieb. Es war eine wunderbare Nacht; tausende von Sternen strahlten herrlich und ab und zu glitt irgendein Meteor über den Himmel. Nach wenigen Augenblicken und nach einigem Durchschütteln wegen der Löcher der Landstrasse, erreichten sie die Mühle. Als der Wagen anhielt, näherte sich der Müller, um zu sehen, wer kam und rief:
—¿Cómo? ¿No estaba don Tomás?
—No.
—¿Y a quién traes aquí?
—Al médico nuevo.
El molinero, iracundo, comenzó a insultar a los médicos. Era hombre rico y orgulloso, que se creía digno de todo.
—Me han llamado aquí para ver a una enferma —dijo Andrés fríamente—. ¿Tengo que verla o no? Porque si no, me vuelvo.
—Ya, ¡qué se va a hacer! Suba usted.
Andrés subió una escalera hasta el piso principal, y entró detrás del molinero en un cuarto en donde estaba una muchacha en la cama y su madre cuidándola. Andrés se acercó a la cama. El molinero siguió renegando.
—Bueno. Cállese usted —le dijo Andrés—, si quiere usted que reconozca a la enferma. El hombre se calló. La muchacha era hidrópica, tenía vómitos, disnea y ligeras convulsiones.
Andrés examinó a la enferma; su vientre hinchado parecía el de una rana, a la
palpación se notaba claramente la fluctuación del líquido que llenaba el peritoneo.
—¿Qué? ¿Qué tiene? —preguntó la madre.
—Esto es una enfermedad del hígado, crónica, grave —contestó Andrés,
retirándose de la cama para que la muchacha no le oyera—; ahora la hidropesía se ha complicado con la retención de orina.
—¿Y qué hay que hacer, Dios mío? ¿O no tiene cura?
—Si se pudiera esperar, sería mejor que viniera Sánchez. Él debe conocer la marcha de la enfermedad.
“Wie? War Don Tomás nicht da?”
“Nein.”
“Und wen bringst du da?”
„Den neuen Arzt.“
Der Müller, jähzornig, begann die Ärzte zu beleidigen. Er war ein reicher und stolzer Mann, der glaubte, für ihn sei alles angemessen. „Sie haben mich angerufen, um nach einer Kranken zu sehen“, sagte Andrés eiskalt. Ich muss sie sehen, oder nicht? Wenn nicht, geh ich zurück.“
„Schon, was kann man schon machen! Gehen Sie hinauf.“ Andrés stieg eine Treppe bis zum ersten Stockwerk hinauf und trat hinter dem Müller in ein Zimmer ein, in welchem ein Mädchen im Bett war und seine Mutter, die es pflegte. Andrés näherte sich dem Bett. Schimpfend folgte der Müller. “Gut. Seien Sie still“, sagte Andrés zu ihm, “wenn Sie wollen, dass ich die Kranke untersuche.“ Der Mann verstummte. Das Mädchen war wassersüchtig, hatte Brechreiz, Atemnot und leichte Schüttelkrämpfe. Andrés untersuchte die Kranke, ihr geblähter Bauch schien der eines Frosches zu sein, beim Abtasten bemerkte man ganz klar die Fluktuation der Flüssigkeit, die das Bauchfell füllte. „Was? Was hat sie?, fragte die Mutter.
„Das ist eine schwere, chronische Leberkrankheit“, antwortete Andrés und trat vom Bett zurück, damit ihn das Mädchen nicht hörte, „jetzt hat es zur Wassersucht Komplikationen mit der Harnverhaltung gegeben.“
„Mein Gott! Und was muss man machen? Oder gibt es keine Heilung?“
„Wenn man warten könnte, wäre es besser, wenn Sánchez käme. Er muss den Verlauf der Krankheit kennen.“
—¿Pero se puede esperar? —preguntó el padre con voz colérica. Andrés volvió a reconocer a la enferma; el pulso estaba muy débil; la insuficiencia respiratoria, probablemente resultado de la absorción de la urea en la sangre, iba aumentando; las convulsiones se sucedían con más fuerza. Andrés tomó la temperatura.
No llegaba a la normal.
—No se puede esperar —dijo Hurtado, dirigiéndose a la madre.
—¿Qué hay que hacer? —exclamó el molinero—. Obre usted...
—Habría que hacer la punción abdominal —repuso Andrés, siempre hablando a la
madre—. Si no quieren ustedes que la haga yo...
—Sí, sí, usted.
—Bueno; entonces iré a casa, cogeré mi estuche y volveré. El mismo molinero se puso al pescante del coche. Se veía que la frialdad desdeñosa de Andrés le irritaba. Fueron los dos durante el camino sin hablarse. Al llegar a su casa, Andrés bajó, cogió su estuche, un poco de algodón y una pastilla de sublimado. Volvieron al molino. Andrés animó un poco a la enferma, jabonó y friccionó la piel en el sitio de elección, y hundió el trócar en el vientre abultado de la muchacha. Al retirar el trócar y dejar la cánula, manaba el agua, verdosa, llena de serosidades, como de una fuente a un barreño.
„Kann man aber warten?“, fragte der Vater mit wütender Stimme. Andrés machte mit dem Untersuchen der Kranken weiter; der Puls war sehr schwach, die Insuffizirenz der Atmung, vielleicht ein Ergebnis der Absorbierung des Harnstoffes im Blut, stieg weiter an; die Krämpfe wurden stärker. Andrés kontrollierte die Temperatur. Die war alles andere als normal. „Man kann nicht warten“, sagte Hurtado und wandte sich an die Mutter. „Was muss man tun?“, rief der Vater aus. Handeln Sie...
„Man müsste eine abdominale Punktion machen“, antwortete Andrés und richtete sich immer an der Mutter. „Wenn Sie nicht wollen, dass ich sie mache…“
„Doch, doch, Sie.“
„Gut; dann werde ich nach Hause gehen, mein Etui holen und zurückkommen.“ Derselbe Müller setzte sich auf den Kutschbock des Wagens. Man sah, dass ihn Andrés’ verächtliche Kälte irritierte. Auf dem Weg sprachen die Zwei kein Wort miteinander. Zu Hause angekommen, stieg Andrés aus, nahm sein Etui, etwas Baumwolle und eine Sublimatpille. Sie kehrten zur Mühle zurück. Andrés munterte die Kranke etwas auf, seifte und rieb die Haut am ausgewählten Ort ein und versenkte den Trokar im dicken Bauch des Mädchens. Als er den Trokar herauszog und die Kanüle drinblieb, floss das grünliche, mit Lymphe angereicherte Wasser wie aus einem Brunnen in einen Kübel.
Después de vaciarse el líquido, Andrés pudo sondar la vejiga, y la enferma comenzó a respirar fácilmente. La temperatura subió en seguida por encima de la normal. Los síntomas de la uremia iban desapareciendo. Andrés hizo que le dieran leche a la muchacha, que quedó tranquila. En la casa había un gran regocijo.
—No creo que esto haya acabado —dijo Andrés a la madre—; se reproducirá,
probablemente.
—¿Qué cree usted que debíamos hacer? —preguntó ella humildemente.
—Yo, como ustedes, iría a Madrid a consultar con un especialista.
Hurtado se despidió de la madre y de la hija. El molinero montó en el pescante del
coche para llevar a Andrés a Alcolea.
La mañana comenzaba a sonreír en el cielo; el sol brillaba en los viñedos y en los olivares; las parejas de mulas iban a la labranza, y los campesinos, de negro, montados en las ancas de los borricos, les seguían. Grandes bandadas de cuervos pasaban por el aire. El molinero fue sin hablar en todo el camino; en su alma luchaban el orgullo y el agradecimiento; quizá esperaba que Andrés le dirigiera la palabra; pero éste no despegó los labios.
Als er den Trokar herauszog und die Kanüle drinblieb, floss das grünliche, mit Lymphe angereicherte Wasser wie aus einem Brunnen in einen Kübel. Nachdem Andrés die Flüssigkeit entleert hatte, konnte er die Blase katheterisieren und die Kranke begann, mühelos zu atmen. Die Temperatur stieg sofort über die normale an. Die Symptome der Harnvergiftung gingen zurück. Andrés veranlasste, dass man dem Mädchen, das ganz ruhig blieb, Milch gab. Im Hause herrschte eine grosse Freude. „Ich glaube nicht, dass dies ausgestanden ist“, sagte Andrés, “vielleicht wird es sich wiederholen.”
„Was glauben Sie, was wir machen sollten?“, fragte sie bescheiden. „Wenn ich Sie wäre, würde ich nach Madrid gehen und einen Spezialisten konsultieren.“ Hurtado verabschiedete sich von der Mutter und dem Mädchen. Der Müller setzte sich auf den Kutschbock des Wagens, um Andrés nach Alcolea zu bringen. Am Himmel begann der Morgen zu lächeln; die Sonne strahlte in den Weinbergen und in den Olivenpflanzungen; die Maultierpaare gingen zum Ackerbau und die Bauern, in Schwarz, folgten ihnen, auf dem Hinterteil der Esel sitzend. Grosse Schwärme von Raben zogen durch die Luft. Der Müller sprach auf dem ganzen Weg kein Wort; in seiner Seele kämpften der Stolz und die Dankbarkeit; vielleicht hoffte er, dass Andrés das Wort an ihn richten würde, aber dieser machte seinen Mund nicht auf.
Al llegar a casa bajó del coche, y murmuró:
—Buenos días.
—¡Adiós!
Y los dos hombres se despidieron como dos enemigos.
Al día siguiente, Sánchez se le acercó a Andrés, más apático y más triste que nunca.
—Usted quiere perjudicarme —le dijo.
—Sé por qué dice usted eso —le contestó Andrés—; pero yo no tengo la culpa. He
visitado a esa muchacha, porque vinieron a buscarme, y la operé, porque no había más remedio, porque se estaba muriendo.
—Sí; pero también le dijo usted a la madre que fuera a ver a un especialista de
Madrid, y eso no va en beneficio de usted ni en beneficio mío.
Sánchez no comprendía que este consejo lo hubiera dado Andrés por probidad, y suponía que era por perjudicarle a él. También creía que por su cargo tenía un derecho a cobrar una especie de contribución por todas las enfermedades de Alcolea. Que el tío Fulano cogía un catarro fuerte, pues eran seis visitas para él; que padecía un reumatismo, pues podían ser hasta veinte visitas.
Als sie zu Hause ankamen, stieg er vom Wagen und murmelte:“Guten Tag.“
„Adiós.”
Und die zwei Männer verabschiedeten sich wie zwei Feinde.
Am folgenden Tag kam Sánchez, apathischer und trauriger als je zuvor, zu Andrés.
„Sie wollen mir schaden“, sagte er zu ihm.
„Ich weiss, warum Sie dies sagen“, antwortete Andrés, “aber ich bin nicht schuld. Ich habe dieses Mädchen besucht, weil sie mich holten, und ich habe es operiert, weil es keine andere Möglichkeit gab, weil es im Sterben lag.“ „Ja, aber Sie sagten der Mutter auch, sie sollten einen Spezialisten in Madrid aufsuchen, und dies ist weder zu Ihrem, noch zu meinem Vorteil.“ Sánchez verstand nicht, dass Andrés diesen Rat aus Rechtschaffenheit gegeben hatte und nahm an, dass er ihm schaden wollte. Auch glaubte er, wegen seines Postens ein Recht zu haben, eine Art von Beitrag für alle Krankheiten in Alcolea verlangen zu können. Wenn der Tío Fulano einen starken Katarrh bekam, waren das für ihn sechs Besuche; wenn er an Rheumatismus litt, dann konnten es bis zu zwanzig Besuche sein.
El caso de la chica del molinero se comentó mucho en todas partes e hizo suponer que Andrés era un médico conocedor de procedimientos modernos.
Sánchez, al ver que la gente se inclinaba a creer en la ciencia del nuevo médico,
emprendió una campaña contra él. Dijo que era hombre de libros, pero sin práctica
alguna, y que además era un tipo misterioso, del cual no se podía uno fiar.
Al ver que Sánchez le declaraba la guerra francamente, Andrés se puso en guardia.
Era demasiado escéptico en cuestiones de medicina para hacer imprudencias. Cuando había que intervenir en casos quirúrgicos, enviaba al enfermo a Sánchez que, como hombre de conciencia bastante elástica, no se alarmaba por dejarle a cualquiera ciego o manco.
Andrés casi siempre empleaba los medicamentos a pequeñas dosis; muchas veces no producían efecto; pero al menos no corría el peligro de una torpeza. No dejaba de tener éxitos; pero él se confesaba ingenuamente a sí mismo que, a pesar de sus éxitos, no hacía casi nunca un diagnóstico bien. Claro que por prudencia no aseguraba los primeros días nada; pero casi siempre las enfermedades le daban sorpresas; una supuesta pleuresía, aparecía como una lesión hepática; una tifoidea, se le transformaba en una gripe real.
Der Fall des Mädchens des Müllers gab überall viel zu reden und liess annehmen, dass Andrés ein Arzt war, der sich mit modernen Behandlungsmethoden auskannte. Als Sánchez sah, dass die Leute geneigt waren, an die Wissenschaft des neuen Arztes zu glauben, begann er eine Kampagne gegen ihn. Er sagte, er sei ein Mann der Bücher, aber ohne jegliche Paxis, und zudem sei er ein geheimnisvoller Typ, dem man nicht trauen könne. Als Andrés sah, dass Sánchez ihm klar den Krieg erklärte, traf er Vorsichtsmassnahmen. Er war bezüglich medizinischer Fragen zu skeptisch, um unbesonnen zu sein. Wenn man einen chirurgischen Eingriff vornehmen musste, so schickte er den Kranken zu Sánchez, den es, als Mann mit einem ziemlich dehnbaren Gewissen, nicht beunruhigte, irgendjemanden blind oder einarmig zurückzulassen. Andrés setzte Medikamente fast immer in kleinen Dosen ein, manchmal zeigten sie keine Wirkung; aber wenigsten bestand keine Gefahr eines Kunstfehlers. Er hörte nicht auf, Erfolg zu haben; aber naiverweise gestand er sich selbst ein, dass er, aufgrund seiner Erfolge, eine Diagnose quasi nie gut machte. Klar, dass er die ersten Tage aus Vorsicht nichts zusicherte; aber fast immer bereiteten ihm die Krankheiten Überraschungen; eine angenommene Brustfellentzündung erschien wie eine Leberschädigung; eine Typhuserkrankung verwandelte sich in eine wirkliche Grippe.
Cuando la enfermedad era clara, una viruela o una pulmonía, entonces la conocía él y la conocían las comadres de la vecindad, y cualquiera. Él no decía que los éxitos se debían a la casualidad; hubiera sido absurdo; pero tampoco los lucía como resultado de su ciencia.
Había cosas grotescas en la práctica diaria; un enfermo que tomaba un poco de
jarabe simple, y se encontraba curado de una enfermedad crónica del estómago; otro, que con el mismo jarabe, decía que se ponía a la muerte.
Andrés estaba convencido de que en la mayoría de los casos una terapéutica muy activa no podía ser beneficiosa más que en manos de un buen clínico, y para ser un buen clínico era indispensable, además de facultades especiales, una gran práctica.
Convencido de esto, se dedicaba al método expectante. Daba mucha agua con jarabe. Ya le había dicho confidencialmente al boticario:
—Usted cobre como si fuera quinina.
Wenn die Krankheit klar war, Pocken oder Lungenentzündung, dann erkannte er sie und die Hebammen der Umgebung und irgendwer kannten sie auch. Er sagte nicht, dass sich die Erfolge zufällig ergäben; das wäre absurd gewesen; sie schienen ihm aber auch nicht ein Resultat seiner Wissenschaft zu sein. Im täglichen Leben gab es groteske Sachen; ein Kranker, der ein wenig von einem einfachen Sirup nahm, fühlte sich von einer chronischen Magenkrankheit geheilt; ein anderer sagte, dass ihn dieser Sirup an den Rand des Todes bringe.
Andrés war überzeugt, dass in der Mehrheit der Fälle eine sehr aktive Therapie nicht erfolgversprechender sein könne, als in den Händen eines guten Klinikers, und um ein guter praktischer Arzt zu sein, war eine grosse Erfahrung, abgesehen von den speziellen Fähigkeiten, unumgänglich. Davon überzeugt, entschloss er sich für die abwartende Methode. Er verschrieb viel Wasser mit Sirup. Er hatte doch dem Apotheker im Vertrauen gesagt:“Sie verlangen, als ob es Chinin wäre.“
Este escepticismo en sus conocimientos y en su profesión le daba prestigio. A ciertos enfermos les recomendaba los preceptos higiénicos, pero nadie le hacía
caso. Tenía un cliente, dueño de unas bodegas, un viejo artrítico, que se pasaba la vida leyendo folletines.
Andrés le aconsejaba que no comiera carne y que anduviera.
—Pero si me muero de debilidad, doctor —decía él—. No como más que un
pedacito de carne, una copa de Jerez y una taza de café.
—Todo eso es malísimo —decía Andrés.
Este demagogo, que negaba la utilidad de comer carne, indignaba a la gente acomodada... y a los carniceros.
Hay una frase de un escritor francés que quiere ser trágica y es enormemente
cómica. Es así: "Desde hace treinta años no se siente placer en ser francés." El vinatero artrítico debía decir: "Desde que ha venido este médico, no se siente placer en ser rico."
La mujer del secretario del Ayuntamiento, una mujer muy remilgada y redicha, quería convencer a Hurtado de que debía casarse y quedarse definitivamente en Alcolea.
—Ya veremos —contestaba Andrés.
Diese Skepsis, was seine Kenntnisse und seinen Beruf betraf, verliehen ihm Ansehen. Gewissen Kranken empfahl er hygienische Vorkehrungen; aber niemand hörte auf ihn. Er hatte einen Klienten, Besitzer einiger Weinkeller, ein arthritischer Alter, der sein Leben damit verbrachte, Schundromane zu lesen. Andrés riet ihm, kein Fleisch zu essen und zu gehen. „Aber wenn ich an Debilität sterbe, Doktor“, sagte er. „Ich esse nicht mehr als ein Stückchen Fleisch, ein Glas Sherry und eine Tasse Kaffee.“
„All das ist sehr schlecht“, sagte Andrés. Dieser Demagoge, der die Notwendigkeit, Fleisch zu essen, verneinte, empörte die wohlhabenden Leute... und die Metzger. Es gibt den Satz eines französischen Schriftstellers, der tragisch sein will, aber enorm komisch ist. Er lautet so:“Seit dreissig Jahren ist es kein Vergnügen, Franzose zu sein.“ Der arthritische Weinhändler sollte sagen: „Seit dieser Arzt gekommen ist, hat man kein Vergnügen, reich zu sein.“
Die Frau des Sekretärs des Rathauses, eine sehr zimperliche und affektierte Frau, wollte Hurtado überzeugen, sich zu verheiraten und definitiv in Alcolea zu bleiben.
„Nun, wir werden sehen“, antwortete Andrés.