1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 | 10 | 11 | 12 | 13 | 14 | 15 | 16 | 17 | 18 | 19 | 20 | 21 | 22 | 23 | 24 | 25 | 26 27 | 28 | 29 | 30 | 31 | 32 | 33 | 34 | 35 | 36 | 37 | 38 | 39 | 40 | 41 | 42 | 43 | 44 | 45 | 46 | 47 | 48 | 49 | 50 | 51 | 52| 53 | 54 | 55 | 56 | 57 | 58 | 59| 60

normal


langsam


IX.- La mujer del tío Garrota
IX.- Die Frau von Tío Garrota

Una noche de invierno, un chico fue a llamar a Andrés; una mujer había caído a la calle y estaba muriéndose.
Hurtado se embozó en la capa, y de prisa, acompañado del chico, llegó a una calle
extraviada, cerca de una posada de arrieros que se llamaba el Parador de la Cruz. Se encontró con una mujer privada de sentido, y asistida por unos cuantos vecinos que formaban un grupo alrededor de ella. Era la mujer de un prendero llamado el tío Garrota; tenía la cabeza bañada en sangre y había perdido el conocimiento. Andrés hizo que llevaran a la mujer a la tienda y que trajeran una luz; tenía la vieja una conmoción cerebral.
Hurtado le hizo una sangría en el brazo. Al principio la sangre negra, coagulada, no salía de la vena abierta; luego comenzó a brotar despacio; después más regularmente, y la mujer respiró con relativa facilidad. En este momento llegó el juez con el actuario y dos guardias, y fue interrogando, primero a los vecinos y después a Hurtado.

—¿Cómo se encuentra esta mujer? —le dijo.
—Muy mal.
—¿Se podrá interrogarla?
—Por ahora, no; veremos si recobra el conocimiento.
—Si lo recobra avíseme usted en seguida. Voy a ver el sitio por donde se ha tirado y
a interrogar al marido.

In einer Winternacht wurde Andrés von einem Jungen geholt, eine Frau war auf der Strasse hingefallen und lag nun im Sterben. Hurtado hüllte sich in den Umhang, und in Eile, begleitete er den Jungen, er kam in einer abgelegenen Strasse an, in der Nähe einer Herberge eines Eseltreibers, die der Parador de la Cruz hiess. Er traf eine ohnmächtige Frau an, der von ein paar Nachbarn, die eine Gruppe um sie herum bildeten, geholfen wurde. Es war die Frau eines Krämers, der
Tío Garrota hiess; am Kopf blutete sie stark und sie hatte das Bewusstsein verloren. Andrés veranlasste, dass man die Frau in den Laden trug und dass man ein Licht herbrachte; die Alte hatte eine Gehirnerschütterung. Hurtado liess sie am Arm zur Ader. Am Anfang floss das schwarze, geronnene Blut nicht aus der geöffneten Vene; später begann es langsam zu fliessen, nachher etwas regelmässiger, und die Frau atmete einigermassen leicht. In diesem Moment kam der Richter mit dem Aktuar und zwei Polizisten an und befragte zuerst zwei Nachbarn und nachher Hurtado.
„Wie geht es dieser Frau?, sagte er zu ihm.
„Sehr schlecht.“
„Wird man sie befragen können?
„Jetzt nicht; wird werden sehen, ob sie das Bewusstsein wieder erlangt.“
„Benachrichtigen Sie mich sofort, wenn sie es wieder erlangt hat. Ich werde den Ort besichtigen, wo sie sich hinuntergestürzt hat und ihren Mann befragen.“

La tienda era una prendería repleta de trastos viejos que había por todos los rincones y colgaban del techo; las paredes estaban atestadas de fusiles y escopetas antiguas, sables y machetes.
Andrés estuvo atendiendo a la mujer hasta que ésta abrió los ojos y pareció darse
cuenta de lo que le pasaba.
—Llamadle al juez —dijo Andrés a los vecinos. El juez vino en seguida.
—Esto se complica —murmuró—; luego preguntó a Andrés: ¿Qué? ¿Entiende
algo?
—Sí, parece que sí.
Efectivamente, la expresión de la mujer era de inteligencia.
—¿Se ha tirado usted, o la han tirado a usted desde la ventana? —preguntó el juez.
—¡Eh! —dijo ella.
—¿Quién la ha tirado?
—¡Eh!
—¿Quién la ha tirado?
—Garro... Garro... —murmuró la vieja haciendo un esfuerzo.
El juez y el actuario y los guardias quedaron sorprendidos.
—Quiere decir Garrota —dijo uno.
—Sí, es una acusación contra él —dijo el juez—. ¿No le parece a usted, doctor?
—Parece que sí.
—¿Por qué le ha tirado a usted?
—Garro... Garro... —volvió a decir la vieja.
—No quiere decir más sino que es su marido —afirmó un guardia.
—No, no es eso —repuso Andrés—. La lesión la tiene en el lado izquierdo.
—¿Y eso qué importa? —preguntó el guardia.
—Cállese usted —dijo el juez—. ¿Qué supone usted, doctor?
—Supongo que esta mujer se encuentra en un estado de afasia. La lesión la tiene en
el lado izquierdo del cerebro; probablemente la tercera circunvolución frontal, que se considera como un centro del lenguaje, estará lesionada. Esta mujer parece que entiende, pero no puede articular más que esa palabra. A ver, pregúntele usted otra cosa.

Der Laden war ein Trödelladen, überfüllt mit altem Plunder, der in allen Ecken war und von der Decke hängte; die Wände waren gerammelt voll mit Gewehren und alten Flinten, Säbeln und Macheten. Andrés behandelte die Frau, bis diese die Augen öffnete, und es schien, als ob ihr klar wäre, was ihr passiert war. „Ruft den Richter“, sagte Andrés zu den Nachbarn. Der Richter kam unverzüglich. „Dies kompliziert sicht“, murmelte er, dann fragte er Andrés:”Was? Versteht sie etwas?“
„Ja, es scheint so.“
Tatsächlich war der Ausdruck der Frau war so, als ob sie bei Verstand wäre.
„Haben Sie sich aus dem Fenster gestürzt, oder hat man Sie gestossen?“, fragte der Richter.
„Eh!“, sagte sie.
„Wer hat Sie gestossen?“
„Eh!“
„Wer hat Sie gestossen?“
„Garro... Garro...”, murmelte die Alte unter Anstrengung.
Der Richter, der Aktuar und die Polizisten waren erstaunt.
„Wollen Sie Garrota sagen?”, sagte einer.
„Ja, es ist eine Beschuldigung gegen ihn“, sagte der Richter. „Meinen Sie nicht auch, Doktor?“ „Es scheint so.“
„Warum hat er Sie gestossen?“
„Garro... Garro...”, wiederholte die Alte.

„Sie will nicht mehr sagen, ausser es ist ihr Mann“, bestätigte ein Polizist.
„Nein, das ist es nicht“, erwiderte Andrés. „Die Verletzung hat sie auf der linken Seite.“ „Und, ist das wichtig?“, fragte der Wächter.
„Seien Sie still!“, sagte der Richter. „Was vermuten Sie, Doktor?“
„Ich vermute, dass sich diese Frau in einem Zustand der Aphasie befindet. Sie hat die Verletzung auf der linken Seite des Gehirns, möglicherweise kann die dritte frontale Hirnwindung, der man so etwas wie ein Sprachzentrum zuschreibt, geschädigt sein. Es scheint, als ob diese Frau versteht, aber kein anderes Wort als dieses artikulieren kann. Schauen wir mal. Fragen Sie sie etwas anderes.“


—¿Está usted mejor? —dijo el juez.
—¡Eh!
—¿Si está usted ya mejor?
—Garro... Garro... —contestó ella.
—Sí; dice a todo lo mismo —afirmó el juez.
—Es un caso de afasia o de sordera verbal —añadió Andrés.
—Sin embargo..., hay muchas sospechas contra el marido —replicó el actuario.
Habían llamado al cura para sacramentar a la moribunda.
Le dejaron solo y Andrés subió con el juez. La prendería del tío Garrota tenía una escalera de caracol para el primer piso. Éste constaba de un vestíbulo, la cocina, dos alcobas y el cuarto desde donde se había tirado la vieja. En medio de este cuarto había un brasero, una badila sucia y una serie de manchas de sangre que seguían hasta la ventana.

—La cosa tiene el aspecto de un crimen —dijo el Juez.
—¿Cree usted? —preguntó Andrés.
—No, no creo nada; hay que confesar que los indicios se presentan como en una
novela policíaca para despistar a la opinión. Esta mujer que se le pregunta quién la ha tirado, y dice el nombre de su marido; esta badila llena de sangre; las manchas que llegan hasta la ventana, todo hace sospechar lo que ya han comenzado a decir los vecinos.

„Geht es Ihnen besser?, sagte der Richter.
„Eh!“
„Ob es Ihnen besser geht?“
„Garro... Garro...”, antwortete sie.
“Ja, sie antwortet auf alles das Gleiche”, bestätigte der Richter.
„Es ist ein Fall von Aphasie oder verbaler Taubheit“, fügte Andrés bei.
„Trotzdem..., es gibt viele Verdachtsmomente gegen den Ehemann“, erwiderte der Aktuar. Sie hatten den Pfarrer gerufen, um die Sterbende mit den Sterbesakramenten zu versehen. Sie liessen sie allein und Andrés ging mit dem Richter hinauf. Der Trödelladen von Tío Garrota hatte eine Wendeltreppe zum ersten Stock hinauf. Dieser bestand aus einer Diele, der Küche, zwei Schlafzimmern und dem Zimmer, aus dem sich die Alte gestürzt hatte. Mitten in diesem Zimmer hatte es einen Kohleofen, eine schmutzige Feuerschaufel und einige Blutflecken, die bis zum Fenster gingen.
„Die Sache hat den Anschein eines Verbrechens“, sagte der Richter.
„Glauben Sie?“, fragte Andrés.
“Nein, ich glaube nichts; man muss eingestehen, dass sich die Indizien wie in einem Kriminalroman präsentieren, um die Meinung von der Spur abzubringen. Diese Frau, die, wenn man sie fragt, wer sie gestossen habe, den Namen ihres Mannes nennt; diese blutige Feuerschaufel; die Flecken, die bis zum Fenster reichen, alles lässt vermuten, was die Nachbarn schon gesagt haben.“

—¿Qué dicen?
—Le acusan al tío Garrota, al marido de esta mujer. Suponen que el tío Garrota y su mujer riñeron; que él le dio con la badila en la cabeza; que ella huyó a la ventana a pedir socorro, y que entonces él, agarrándola de la cintura, la arrojó a la calle.
—Puede ser.
—Y puede no ser.
Abonaba esta versión la mala fama del tío Garrota y su complicidad manifiesta en
las muertes de dos jugadores, el Cañamero y el Pollo, ocurridas hacía unos diez años
cerca de Daimiel.

—Voy a guardar esta badila —dijo el juez.
—Por si acaso no debían tocarla —repuso Andrés—; las huellas pueden servirnos de mucho.
El juez metió la badila en un armario, lo cerró y llamó al actuario para que lo lacrase. Se cerró también el cuarto y se guardó la llave.

Al bajar a la prendería Hurtado y el juez, la mujer del tío Garrota había muerto.
El juez mandó que trajeran a su presencia al marido. Los guardias le habían atado las manos. El tío Garrota era un hombre ya viejo, corpulento, de mal aspecto, tuerto, de cara torva, llena de manchas negras, producidas por una perdigonada que le habían soltado hacía años en la cara.
En el interrogatorio se puso en claro que el tío Garrota era borracho, y hablaba de
matar a uno o de matar a otro con frecuencia. El tío Garrota no negó que daba malos tratos a su mujer; pero sí que la hubiese matado. Siempre concluía diciendo:

—Señor juez, yo no he matado a mi mujer. He dicho, es verdad, muchas veces que la iba a matar; pero no la he matado.

„Was sagen sie?“
„Sie beschuldigen den Mann der Frau, Tío Garrota. Sie vermuten, dass sich Tío Garrota und seine Frau stritten; dass er sie mit der Schaufel auf den Kopf schlug; dass sie zum Fenster floh, um um Hilfe zu bitten und dass er sie dann um die Taille packte und sie auf die Strasse warf.“
„Kann sein.“
„Und kann nicht sein.“
Diese Version bestätigte den schlechten Ruf von Tío Garrota und seine Beihilfe äusserte sich im Tod von zwei Spielern, Cañamero und Pollo, der vor ungefähr zehn Jahren in der Nähe von Daimiel geschen war.
„Ich werde diese Feuerschaufel aufbewahren“, sagte der Richter.
„Auf alle Fälle sollten Sie sie nicht berühren“, erwiderte Andrés, “die Spuren können uns sehr nützlich sein.“
Der Richter legte die Schaufel in einen Schrank, schloss ihn ab und rief den Aktuar, damit er ihn versiegelte. Man schloss auch das Zimmer ab und bewahrte den Schlüssel auf.
Als Hurtado und der Richter in den Trödelladen hinuntergingen, war die Frau des Tío Garrota gestorben. Der Richter befahl, man möge ihm den Ehemann vorführen. Die Polizisten hatten ihm die Hände gefesselt. Tío Garrota war schon ein alter Mann, korpulent, einäugig, mit finsterem Gesicht, voll mit schwarzen Flecken, die von einer Schrotladung herrührten, die man ihm vor Jahren ins Gesicht geschossen hatte. Während des Verhörs stellte es sich heraus, dass Tío Garrota betrunken war und häufig davon sprach, den einen oder den andern zu töten. Tío Garrota verneinte nicht, dass er seine Frau misshandle, aber dass er sie getötet habe und sagte:“Herr Richter, ich habe meine Frau nicht umgebracht. Es ist wahr, dass ich oft gesagt habe, ich würde sie umbringen, aber ich habe sie nicht getötet.“

El juez, después del interrogatorio, envió al tío Garrota incomunicado a la cárcel.

—¿Qué le parece a usted? —le preguntó el Juez a Hurtado.
—Para mí es una cosa clara; este hombre es inocente.
El juez, por la tarde fue a ver al tío Garrota a la cárcel, y dijo que empezaba a creer que el prendero no había matado a su mujer. La opinión popular quería suponer que Garrota era un criminal. Por la noche el doctor Sánchez aseguró en el casino que era indudable que el tío Garrota había tirado por la ventana a su mujer, y que el juez y Hurtado tendían a salvarle, Dios sabe por qué; pero que en la autopsia aparecería la verdad. Al saberlo Andrés fue a ver al juez y le pidió nombrara a don Tomás Solana, el otro médico, como árbitro para presenciar la autopsia, por si acaso había divergencia entre el dictamen de Sánchez y el suyo.

 

La autopsia se verificó al día siguiente por la tarde; se hizo una fotografía de las heridas de la cabeza producidas por la badila y se señalaron unos cardenales que tenía la mujer en el cuello. Luego se procedió a abrir las tres cavidades y se encontró la fractura craneana, que cogía parte del frontal y del parietal y que había ocasionado la muerte. En los pulmones y en el cerebro aparecieron manchas de sangre, pequeñas y redondas.

Nach dem Verhör schickte der Richter Tío Garrota in Einzelhaft.
„Was meinen Sie?“, fragte der Richter Hurtado.
„Für mich ist es klar; dieser Mann ist unschuldig.“
Am Nachmittag ging der Richter zu Tío Garrota ins Gefängnis und sagte, dass er anfange zu glauben, dass der Trödler seine Frau nicht umgebracht habe. Die allgemeine Meinung wollte annehmen, dass Garrota ein Krimineller war. In der Nacht bestätigte Doktor Sánchez im Kasino, dass es ohne Zweifel Tío Garrota sei, der seine Frau aus dem Fenster geschmissen habe und dass der Richter und Hurtado dazu neigen würden, ihn zu retten, wisse Gott warum, dass aber in der Autopsie die Wahrheit hervorkommen werde. Als Andrés davon erfuhr, besuchte er den Richter und bat ihn, Don Tomás Solana, den anderen Arzt zu ernennen, als Schiedsrichter der Autopsie beizuwohnen, für den Fall, dass es eine Divergenz zwischen dem Gutachten von Sánchez und dem seinen gab. Die Autopsie wurde am nächsten Tag, am Nachmittag durchgeführt; man fotografierte die Kopfverletzungen, die durch die Schaufel zugefügt worden waren und man bezeichnete einige blaue Flecken, die die Frau am Hals hatte. Später ging man dazu über, die drei Körperhöhlen zu öffnen und man fand den Schädelruch, den sie am Stirn- und Scheitelbein erlitten und der ihren Tod verursacht hatte. In den Lungen und im Gehirn fand man kleine und runde Blutflecken.

La autopsia se verificó al día siguiente por la tarde; se hizo una fotografía de las heridas de la cabeza producidas por la badila y se señalaron unos cardenales que tenía la mujer en el cuello. Luego se procedió a abrir las tres cavidades y se encontró la fractura craneana, que cogía parte del frontal y del parietal y que había ocasionado la muerte. En los pulmones y en el cerebro aparecieron manchas de sangre, pequeñas y redondas.

En la exposición de los datos de la autopsia estaban conformes los tres médicos; en su opinión, acerca de las causas de la muerte, divergían.
Sánchez daba la versión popular. Según él, la interfecta, al sentirse herida en la
cabeza por los golpes de la badila, corrió a la ventana a pedir socorro; allí una mano
poderosa la sujetó por el cuello, produciéndole una contusión y un principio de asfixia que se evidenciaba en las manchas petequiales de los pulmones y del cerebro, y después, lanzada a la calle, había sufrido la conmoción cerebral y la fractura de cráneo, que le produjo la muerte. La misma mujer, en la agonía, había repetido el nombre del marido indicando quién era su matador.

Die Autopsie wurde am nächsten Tag, am Nachmittag durchgeführt; man fotografierte die Kopfverletzungen, die durch die Schaufel zugefügt worden waren und man bezeichnete einige blaue Flecken, die die Frau am Hals hatte. Später ging man dazu über, die drei Körperhöhlen zu öffnen und man fand den Schädelruch, den sie am Stirn- und Scheitelbein erlitten und der ihren Tod verursacht hatte. In den Lungen und im Gehirn fand man kleine und runde Blutflecken. Im Obduktionsbericht waren sich die drei Ärzte über die Daten einig; in ihrer Meinung bezüglich der Todesursache hingegen nicht. Sánchez vertrat die allgemeine Version. Nach ihm rannte die Ermordete zum Fenster, um Hilfe zu holen, als sie sich durch den Schlag auf den Kopf verletzt fühlte; dort hielt sie eine mächtige Hand am Hals fest, fügte ihr so eine Prellung und eine beginnende Asphyxie bei, die sich in den roten Flecken in den Lungen und im Gehirn offen legte und nachher, als sie auf die Strasse geworfen worden war, hatte sie die Gehirnerschütterung und den Schädelbruch erlitten, was zu ihrem Tode führte. Die gleiche Frau hatte in der Agonie den Namen ihres Mannes wiederholt und so angezeigt, wer ihr Mörder war.

Hurtado decía primeramente que las heridas de la cabeza eran tan superficiales que no estaban hechas por un brazo fuerte, sino por una mano débil y convulsa; que los cardenales del cuello procedían de contusiones anteriores al día de la muerte, y que respecto a las manchas de sangre en los pulmones y en el cerebro no eran producidas por un principio de asfixia, sino por el alcoholismo inveterado de la interfecta. Con estos datos, Hurtado aseguraba que la mujer, en un estado alcohólico, evidenciado por el
aguardiente encontrado en su estómago, y presa de manía suicida, había comenzado a herirse ella misma con la badila en la cabeza, lo que explicaba la superficialidad de las heridas, que apenas interesaban el cuero cabelludo, y después, en vista del resultado negativo para producirse la muerte, había abierto la ventana y se había tirado de cabeza a la calle.

Respecto a las palabras pronunciadas por ella, estaba claramente demostrado que al decirlas se encontraba en un estado afásico.
Don Tomás, el médico aristócrata, en su informe hacía equilibrios, y en conjunto no decía nada.

urtado sagte zuerst, dass die Kopfverletzungen so oberflächlich seien, dass sie nicht mit Gewalt, sondern mit leichter und verkrampfter Hand zugefügt worden seien; dass die blauen Flecken am Hals von Prellung des Vortages herrühren und hinsichtlich der Blutflecken in den Lungen und im Gehirn seien sie nicht durch eine beginnende Aspyxie hervorgerufen, sondern durch den eingefleischten Alkoholismus der Besagten. Mit diesen Daten versicherte Hurtado, dass die Frau in einem Alkoholrausch, der durch den Schnaps hervorgerufen worden sei, den man in ihrem Magen gefunden habe und sie habe begonnen, gefangen in suizider Besessenheit, sich selber mit der Schaufel am Kopf zu verletzen, was die Oberflächlichkeit der Wunden erkläre, die die dicht behaarte Haut kaum in Mitleidenschaft gezogen haben, und nachher, als sie gesehen habe, dass sie den Tod so nicht herbeiführen könne, habe sie das Fenster geöffnet und sich kopfüber hinunter auf die Strasse gestürzt. Was die von ihr gesagten Worte betreffe, sei ganz klar bewiesen, dass sie die in einem aphasischen Zustand ausgesprochen habe.
Don Tomás, der aristokratische Arzt, versuchte in seinem Bericht, die Gegensätze auszugleichen und im Ganzen gesehen, sagte er nichts.

Sánchez estaba en la actitud popular; todo el mundo creía culpable al tío Garrota, y
algunos llegaban a decir que, aunque no lo fuera, había que castigarlo, porque era un
desalmado capaz de cualquier fechoría.
El asunto apasionó al pueblo; se hicieron una porción de pruebas; se estudiaron las
huellas frescas de sangre de la badila, y se vio no coincidían con los dedos del prendero; se hizo que un empleado de la cárcel, amigo suyo, le emborrachara y le sonsacara. El tío Garrota confesó su participación en las muertes del Pollo y del Cañamero; pero afirmó repetidas veces entre furiosos juramentos que no y que no.

No tenía nada que ver en la
muerte de su mujer, y aunque le condenaran por decir que no y le salvaran por decir que sí, diría que no, porque esa era la verdad. El juez, después de repetidos interrogatorios, comprendió la inocencia del prendero y lo dejó en libertad. El pueblo se consideró defraudado. Por indicios, por instinto, la gente adquirió la convicción de que el tío Garrota, aunque capaz de matar a su mujer, no la había matado; pero no quiso reconocer la probidad de Andrés y del juez.
El periódico de la capital que defendía a los Mochuelos escribió un artículo con el título "¿Crimen o suicidio?”, en el
que suponía que la mujer del tío Garrota se había suicidado; en cambio, otro periódico de la capital, defensor de los Ratones, aseguró que se trataba de un crimen y que las influencias políticas habían salvado al prendero.

Sánchez war mit seiner Einstellung populär; die ganze Welt glaubte an Tío Garrotas Schuld, und einige gingen sogar soweit, zu sagen, dass, auch wenn er es nicht gewesen sei, müsse man ihn bestrafen, weil er ein Schurke und jeder Untat fähig sei. Die Angelegenheit erregte das Dorf; man nahm eine Menge Überprüfungen vor; man studierte die frischen Blutspuren an der Schaufel und man sah, dass sie nicht mit den Fingern des Trödlers übereinstimmten; man brachte einen Gefängnisangestellten dazu, ihn betrunken zu machen und ihn auszufragen. Tío Garrota beichtete seine Beteiligung an den Morden von Pollo und Cañamero, aber er beteuerte wiederholte Male unter wütenden Flüchen, bestimmt nicht, nein. Er habe mit dem Tod seiner Frau nichts zu tun, und obwohl sie ihn einsperren würden, wenn er nein sage und sie ihn retten würden, wenn er ja sage, würde er nein sagen, weil dies die Wahrheit sei. Nach wiederholten Verhören erkannte der Richter die Unschuld des Trödlers und liess ihn frei. Das Dorf glaubte sich betrogen. Wegen der Indizien, aus Instinkt kamen die Leute zur Überzeugung, dass Tío Garrota, obwohl er fähig wäre, seine Frau zu töten, sie nicht umgebracht hatte; sie wollten aber Andrés’ und des Richters Redlichkeit nicht anerkennen. Die Zeitung der Hauptstadt, die die Mochuelos vertrat, schrieb einen Artikel mit dem Titel: Verbrechen oder Suizid?, indem man vermutete, dass die Frau von Tío Garrota Selbstmord begangen habe; stattdessen bestätigte eine andere Zeitung der Hauptstadt, Verteidiger der Ratones, dass es sich um ein Verbrechen handle und dass die politischen Einflüsse den Trödler gerettet hätten.

—Habrá que ver lo que habrán cobrado el médico y el juez —decía la gente.
A Sánchez, en cambio, lo elogiaban todos.
—Ese hombre iba con lealtad.
—Pero no era cierto lo que decía —replicaba alguno.
—Sí; pero él iba con honradez.
Y no había manera de convencer a la mayoría de otra cosa.
„Warten wir mal ab, was der Arzt und der Richter verlangt haben“, sagten die Leute. Sánchez hingegen, lobten sie alle.
“Dieser Mann hatte es mit der Loyalität.”
“Aber es war nicht wahr, was er sagte”, antwortete einer.
„Ja, aber er hatte es mit der Ehrlichkeit.“
Und es war nicht möglich, die Mehrheit von etwas anderem zu überzeugen.






Kontakt Impressum Datenschutz