VI.- Tipos de casino
VI.- Klubhaustypen
Al llegar el invierno, las noches largas y frías hicieron a Hurtado buscar un refugio
fuera de casa, donde distraerse y pasar el tiempo. Comenzó a ir al casino de Alcolea.
Este casino, "La Fraternidad", era un vestigio del antiguo esplendor del pueblo;
tenía salones inmensos, mal decorados, espejos de cuerpo entero, varias mesas de billar y una pequeña biblioteca con algunos libros. Entre la generalidad de los tipos vulgares, oscuros, borrosos que iban al casino a leer los periódicos y hablar de política, había dos personajes verdaderamente pintorescos.
Uno de ellos era el pianista; el otro, un tal don Blas Carreño, hidalgo acomodado de Alcolea. Andrés llegó a intimar bastante con los dos.
El pianista era un viejo flaco, afeitado, de cara estrecha, larga y anteojos de gruesas
lentes. Vestía de negro y accionaba al hablar de una manera un tanto afeminada. Era al mismo tiempo organista de la iglesia, lo que le daba cierto aspecto eclesiástico. El otro señor, don Blas Carreño, también era flaco; pero más alto, de nariz aguileña, pelo entrecano, tez cetrina y aspecto marcial. Este buen hidalgo había llegado a identificarse con la vida antigua y a convencerse
de que la gente discurría y obraba como los tipos de las obras españolas clásicas, de tal manera, que había ido poco a poco arcaizando su lenguaje, y entre burlas y veras hablaba con el alambicamiento de los personajes de Feliciano de Silva, que tanto encantaba a Don Quijote.
Als es Winter wurde, brachten die langen und kalten Nächte Hurtado dazu, sich einen Unterschlupf ausserhalb des Hauses zu suchen, wo er sich zerstreuen und die Zeit verbringen konnte. Er begann, ins Kasino von Alcolea zu gehen. Dieser Klub, "La Fraternidad", war ein Relikt des alten Glanzes des Dorfes; er hatte riesige, schlecht dekorierte Säle, Spiegel für den ganzen Körper, verschiedene Billiardtische und eine kleine Bibliothek mit ein paar Büchern. Unter der Allgemeinheit der vulgären, dunklen, trüben Typen, die ins Klubhaus gingen, um Zeitung zu lesen und über Politik zu reden, hatte es zwei wahrhaftig pittoreske Persönlichkeiten. Einer von ihnen war der Pianist; der andere, ein gewisser Don Blas Carreño, ein wohlhabender Edelmann aus Alcolea. Andrés freundete sich mit den Zweien ziemlich an. Der Pianist war ein magerer, rasierter Alter, mit breitem, langem Gesicht und einer Brille mit starken Gläsern. Er kleidete sich schwarz und wenn er sprach, gestikulierte er auf eine etwas weibliche Weise. Gleichzeitig war er Organist in der Kirche, was ihm ein gewisses gestliches Aussehen gab. Der andere Herr, Don Blas Carreño, war auch hager, aber grösser, mit einer Adlernase, mit graumeliertem Haar, mit grüngelbem Teint und kriegerischem Aussehen. Diesem guten Edelmann gelang es, sich mit dem alten Leben zu identifizieren und sich davon zu überzeugen, dass die Leute, wie die Typen der klassischen, spanischen Werke umherliefen und handelten, und zwar so stark, dass er nach und nach seine Sprache archaisierte, und halb im Scherz, halb im Ernst, redete er mit der Überfeinerung der Figuren von Feliciano de Silva, der Don Quijote so gut gefiel.
El pianista imitaba a Carreño y le tenía como modelo. Al saludar a Andrés, le dijo:
—Este mi señor don Blas, querido y agareno amigo, ha tenido la dignación de
presentarme a su merced como un hijo predilecto de Euterpe; pero no soy, aunque me pesa, y su merced lo habrá podido comprobar con el arrayán de su buen juicio, más que un pobre, cuanto humilde aficionado al trato de las Musas, que labora con estas sus torpes manos en amenizar las veladas de los socios, en las frigidísimas noches del helado invierno.
Don Blas escuchaba a su discípulo sonriendo. Andrés, al oír a aquel señor
expresarse así, creyó que se trataba de un loco; pero luego vio que no, que el pianista era una persona de buen sentido.
Únicamente ocurría, que tanto don Blas como él, habían tomado la costumbre de
hablar de esta manera enfática y altisonante hasta familiarizarse con ella. Tenían frases hechas, que las empleaban a cada paso: el ascua de la inteligencia, la flecha de la sabiduría, el collar de perlas de las observaciones juiciosas, el jardín del buen decir...
Don Blas le invitó a Hurtado a ir a su casa y le mostró su biblioteca con varios
armarios llenos de libros españoles y latinos. Don Blas la puso a disposición del nuevo médico.
—Si alguno de estos libros le interesa a usted, puede usted llevárselo —le dijo
Carreño.
—Ya aprovecharé su ofrecimiento.
Don Blas era para Andrés un caso digno de estudio. A pesar de su inteligencia no
notaba lo que pasaba a su alrededor; la crueldad de la vida en Alcolea, la explotación inicua de los miserables por los ricos, la falta de instinto social, nada de esto para él existía, y si existía tenía un carácter de cosa libresca, servía para decir:
—Dice Scaligero... o: Afirma Huarte en su “Examen de ingenios”...
Der Pianist imitierte Carreño und hatte ihn als Vorbild. Wenn er Andrés begrüsste, sagte er:”Dieser mein Herr Don Blas, geliebter und maurischer Freund, hat mir die Gefälligkeit erwiesen, mich Eurer Gnaden, wie einen Ehrenbürger von Euterpe vorzustellen; aber ich bin, obwohl es mich bedrückt, und Euer Gnaden wird es mit der Kraft Ihres wie die Myrte wohlduftenden Verstandes konstatiert haben können, nicht mehr als ein Armer, insofern bescheiden an Erfahrung im Umgang mit den Musen, dass er mit diesen seinen ungschickten Händen arbeitet, um die Abende der Gesellschafter in den überaus kalten Nächten des eisigen Winters zu verschönern. Don Blas hörte seinem Schüler lächelnd zu. Als Andrés hörte, wie sich jener Herrn so äusserte, glaubte er, dass es sich um einen Verrückten handeln würde; aber später sah er, dass es nicht so war, dass der Pianist ein vernünftiger Mensch war. Es kam nun vor, dass sowohl Don Blas, als auch er die Gewohnheit angenommen hatten, auf diese emphatische Weise zu sprechen, bis sie sich daran gewöhnt hatten. Sie hatten Redewendungen, die sie dauernd benützten: Die Glut der Intelligenz, der Pfeil der Weisheit, die Perlenkette der klugen Beobachtungen, der Garten der guten Reden…
Don Blas lud Hurtado in sein Haus ein und er zeigte ihm seine Bibliothek mit verschiedenen Schränken, voll mit spanischen und lateinischen Büchern. Don Blas stellte sie dem neuen Arzt zur Verfügung. “Wenn Sie irgendeines dieser Bücher interessiert, können Sie es mitnehmen“, sagte Carreño zu ihm.
„Ich werde Ihr Angebot sicher ausnutzen.“ Don Blas war für Andrés ein würdiger Studienfall. Trotz seiner Intelligenz nahm er nicht wahr, was in seiner Umgebung geschah, die Grausamkeit des Lebens in Alcolea, die ungerechte Ausbeutung der Elenden durch die Reichen, das Fehlen des sozialen Instinkts, nichts von dem existierte für ihn, und wenn es existierte, hatte er einen Charakter von Buchweisheit, der dazu diente, zu sagen: „Sagt Scaligero... oder: Bestätigt Huarte in seinem “Examen de ingenios”...
Don Blas era un hombre extraordinario, sin nervios; para él no había calor, ni frío, ni placer ni dolor. Una vez dos socios del casino le gastaron una broma trascendental; le llevaron a cenar a una venta y le dieron a propósito unas migas detestables, que parecían de arena, diciéndole que eran las verdaderas migas del país, y don Blas las encontró tan
excelentes y las elogió de tal modo y con tales hipérboles, que llegó a convencer a sus amigos de su bondad.
El manjar más insulso, si se lo daban diciendo que estaba hecho con una receta antigua y que figuraba en “La Lozana Andaluza”, le parecía maravilloso. En su casa gozaba ofreciendo a sus amigos sus golosinas.
—Tome usted esos melindres, que me han traído expresamente de Yepes...; esta
agua no la beberá usted en todas partes, es de la fuente del Maillo. Don Blas vivía en plena arbitrariedad; para él había gente que no tenía derecho a nada; en cambio otros lo merecían todo. ¿Por qué?
Probablemente porque sí. Decía don Blas que odiaba a las mujeres, que le habían engañado siempre; pero no era verdad; en el fondo esta actitud suya servía para citar trozos de Marcial, de Juvenal, de Quevedo...
Don Blas war ein aussergewöhnlicher Mensch, ohne Nerven; für ihn gab es weder Hitze, noch Kälte, weder Vergnügen, noch Schmerz. Einmal leisteten sich zwei Gesellschafter des Kasinos einen übergreifenden Scherz mit ihm; sie nahmen ihn zum Nachtessen in ein Gasthaus mit und sie gaben ihm absichtlich einige abscheuliche Migas (span. Gericht, Brotstückchen mit Öl, Knoblauch und Speck gebraten), die aus Sand schienen und sagten ihm, dies wären die echten Migas des Landes, und Don Blas fand sie so ausgezeichnet und er rühmte sie derart und so übetrieben, dass er seine Freunde von ihrer Güte überzeugte. Die fadeste Speise dünkte ihn herrlich, wenn man sie ihm mit der Bemerkung reicht, sie sei nach einem alten Rezept zubereitet, das in “La Lozana Andaluza” vorkäme. Zuhause freute es ihn, wenn er seinen Freunden seine Leckereien anbieten konnte.
„Nehmen Sie von diesen Honigpfannkuchen, die man mir eigens aus Yepes gebracht hat...; dieses Wasser werden Sie nicht überall trinken, es ist aus der Quelle von Maillo:“ Don Blas lebte in voller Willkür; für ihn gab es Leute, die kein Recht auf etwas hatten; dafür andere, die alles verdienten. Warum? Möglicherweise willkürlich, eben darum. Don Blas sagte, dass er die Frauen hasse, dass sie ihn immer betrogen hatten; aber das stimmte nicht; im Grunde genommen war dieses, sein Verhalten dazu da, um Teile von Marcial, von Juvenal, von Quevedo zu zitieren...
A sus criados y labriegos don Blas les llamaba galopines, bellacos, follones, casi
siempre sin motivo, sólo por el gusto de emplear estas palabras baroja_scas.
Otra cosa que le encantaba a don Blas era citar los pueblos con sus nombres
antiguos: Estábamos una vez en Alcázar de San Juan, la antigua Alce... En Baeza, la Biatra de Ptolomeo, nos encontramos un día...
Andrés y don Blas se asombraban mutuamente. Andrés se decía:
—¡Pensar que este hombre y otros muchos como él viven en esta mentira,
envenenados con los restos de una literatura, y de una palabrería amanerada es verdaderamente extraordinario! En cambio, don Blas miraba a Andrés sonriendo, y pensaba: ¡Qué hombre más raro! Varias veces discutieron acerca de religión, de política, de la doctrina evolucionista. Estas cosas del darwinismo como decía él, le parecían a don Blas cosas inventadas para divertirse. Para él los datos comprobados no significaban nada. Creía en el fondo que se escribía para demostrar ingenio, no para
exponer ideas con claridad, y que la investigación de un sabio se echaba abajo con una frase graciosa.
eine Bediensteten und Arbeiter nannte Don Blas Schlingel, Schurken, Taugenichtse, fast immer ohne Grund, nur um diese bizarren, auf Don Quijote bezogenen Worte nach Herzenslust benutzen zu können. Etwas anderes, was Don Blas gefiel, war, die Dörfer mit ihren alten Namen zu zitieren: Wir waren einmal in Alcázar de San Juan, la antigua Alce... In Baeza, die Biatra de Ptolomeo, wir trafen uns eines Tages...
Andrés und Don Blas näherten sich gegenseitig an. Andrés sagte sich: “Es ist wirklich aussergewöhnlich, zu glauben, dass dieser Mann und viele andere wie er mit dieser Lüge leben, vergiftet von den Resten einer Literatur und eines leeren, affektierten Gechwätzes.“ Andererseits schaute Don Blas Andrés lächelnd an und dachte:”Welch merkwürdiger Mensch!”
Verschiedene Male diskutierten sie über Religion, Politik, die Evolutionsdoktrin. Diese Dinge des Darwinismus, wie er sagte, erschienen Don Blas wie erfundene Sachen, um sich zu vergnügen. Für ihn bedeuteten die bewiesenen Daten nichts. Im Grunde genommen dachte er, man schreibe, um Erfindungsgabe zu demonstrieren und nicht, um Vorstellungen mit Klarheit darzulegen und dass man die Forschung eines Gelehrten mit einem witzigen Satz zunichte machen könne.
A pesar de su divergencia, don Blas no le era antipático a Hurtado.
El que sí le era antipático e insoportable era un jovencito, hijo de un usurero, que en Alcolea pasaba por un prodigio, y que iba con frecuencia al casino. Este joven, abogado, había leído algunas revistas francesas reaccionarias, y se creía en el centro del mundo.
Decía que él contemplaba todo con una sonrisa irónica y piadosa.
Creía también que se podía hablar de filosofía empleando los lugares comunes del casticismo español, y que Balmes era un gran filósofo.
Varias veces el joven, que contemplaba todo con una sonrisa irónica y piadosa,
invitó a Hurtado a discutir; pero Andrés rehuyó la discusión con aquel hombre que, a pesar de su barniz de cultura, le parecía de una imbecilidad fundamental.
Esta sentencia de Demócrito, que había leído en la Historia del Materialismo de
Lange, le parecía a Andrés muy exacta. El que ama la contradicción y la verbosidad, es incapaz de aprender nada que sea serio.
Trotz seiner Divergenz, war Don Blas Hurtado nicht unsympathisch. Der, der ihm wirklich unsympatisch und unerträglich war, war ein junger Mann, Sohn eines Wucherers, der in Alcolea als ein Wunderkind galt und der ab und zu in den Klubo ging. Dieser junge Mann, ein Anwalt, hatte einige französiche, revolutionäre Zeitschriften gelesen und hielt sich für das Zentrum der Welt. Er sagte, dass er alles mit einem ironischen und mitleidigen Lächeln betrachten würde. Er glaubte auch, dass man von Philosophie sprechen könne, indem man die allgemeinen Orte des spanischen Purismus benütze und dass Balmes ein grosser Philosoph sei. Der junge Mann, der alles mit einem ironischen und mitleidigen Lächeln betrachtete, lud Hurtado oft zu Gesprächen ein, aber Andrés ging der Diskussion mit jenem Mann aus dem Weg, der ihm trotz seiner Kulturglasur, von einem fundamentalen Schwachsinn erschien. Diese Sentenz von Demokrit, die er in der Geschichte des Materialismus von Lange gelesen hatte, schien Andrés sehr exakt zu sein. Der, der den Widerspruch und den Wortschwall liebt, ist unfähig, etwas Ernstes zu lernen.