Aquella
cosa blanca, ligera, flotante, había
vuelto a brillar ante sus ojos, pero había
brillado a sus pies un instante, no más
que un instante.
Era un rayo de luna, un rayo de luna que
penetraba a intervalos por entre la verde
bóveda de los árboles cuando
el viento movía sus ramas.
Habían pasado algunos años.
Manrique, sentado en un sitial junto a la
alta chimenea gótica de su castillo,
inmóvil casi y con una mirada vaga
e inquieta como la de un idiota, apenas
prestaba atención ni a las caricias
de su madre, ni a los consuelos de sus servidores.
Dieses weisse, leichte, flatternde Ding leuchtete
von neuem vor seinen Augen, aber es hatte
nur einen Augenblick vor seinen Füssen
geleuchtet, nicht mehr als einen Augenblick.
Es war ein Mondstrahl, ein Mondstrahl, der
in Intervallen ins grüne Blätterdach
der Bäume eindrang, wenn der Wind ihre
Zweige bewegte.
Einige Jahre waren vergangen. Manrique beachtete
weder die Liebkosungen seiner Mutter, noch
den Trost seiner Diener, wenn er beinahe unbeweglich
und mit verschwommenem und unruhigem Blick,
wie der eines Idioten, die Augen starr auf
die Glut gerichtet, auf einem Thronsessel
neben dem hohen gotischen Kamin seines Schlosses
sass.